Eternity Dark Breaking Dawn


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Mensaje por Jane Volturi Miér Mayo 05, 2010 8:55 pm

Nuestros días sin Luna

A veces el amor significa renuncia… aunque no lo entendamos y seamos tan ilusos en pensar que podemos enfrentar el mundo atropellando muros… pero esa renuncia significa también perdón y la conciencia cierta de que en el amor siempre hay esperanza y verdad.

* * *
Esta historia inicia tras el cumpleaños de Bella, después de su accidente en el que sangró y provocó el desquicio de Jasper… se han cambiado los caminos… pero debemos saber que el amor es lo único que muestra un horizonte…



― 1 ―


Sí, me había cortado… sí, había causado un desastre en la casa de Edward y me sentía fatal. ¿Pero era tanto el dolor que le había infringido a él? ¿Por qué sus labios me supieron a amargura en la despedida de esta noche?
Cómo sería yo capaz de transmitirle la angustia que sentía mi corazón con el sólo hecho de pensar en hacerle daño a él, a su seguridad, a “su” familia… una familia que anhelaba poder llamar mía a pesar de las diferencias entre ambos.
Charlie dormía mal acomodado en el sofá cuando entré, y apenas si gesticuló un “que duermas bien” en un dialecto de sonámbulos alicaídos, que me recordó en parte a los domingos de “descanso” de mamá y a la cantidad de noches en la que yo había mal dormido también, soñando con un Edward Cullen que jamás creí poder alcanzar.
Nadie estaba en mi habitación esa noche, nadie me miraba con ojos topacio dudando en acercarse… y nadie llenaría mi ambiente del suave aroma dulzón al que ya me había acostumbrado. Esta noche dormiría sola. Sola por mi torpeza de no poder cuidarme para él, para no agobiarlo con la fragilidad humana de mi cuerpo, ni la torpeza tan frustrantemente mía. Traté de no pensar en las noches anteriores, donde mis ojos no necesitaban acostumbrarse a la oscuridad porque él era mi luz y me guiaba. Y la realidad me golpeó dos veces: mi “luz” no estaba, y yo seguía siendo tan torpemente “Bella” que terminé tropezando con la cama, con la mesa de luz y hasta con la lámpara de pie que se encontraba del otro lado del cuarto. Definitivamente esa no era mi noche, y yo deseaba sólo poder cerrar los ojos y dormir, esperando que la mañana borrara el espacio vacío que se dibujaba a mi lado como un agujero negro gravitacional.
Había decidido ir a hablar con Carlise, con Alice, con Emmet, con quien hiciera falta o con todos… pero adelantar la conversión. No podía seguir pidiendo de ellos autocontrol y menos aún concebía pasar una noche más sin sentir a Edward a mi lado, tan posesivamente como sonaba… como “mi” luz. Busqué a papá en la cocina, en el dormitorio... en la sala… lo llamé despacio primero, y angustiosamente después… y a mi mente sólo vino un nombre pintado de escarlata subido y de terror multiplicado: Victoria!!!
—Victoria!!! Grité casi como un aullido mientras abrí la puerta en una carrera loca por buscar a Edward. Y allí me quedé helada, dubitativa…quieta.
—Bella, debes venir conmigo ahora. —Miré a Billy y a otro muchacho fortachón de la reserva que lo acompañaba como si sus palabras no significaran nada ¿ir con él ahora? ¿cómo?
Era mi deber proteger a mi padre de un vampiro asesino ahora… ¿podía decirle eso? No… definitivamente “eso” no era una respuesta coherente.
—Ahora no puedo Billy… voy camino a…
—A ningún lado. Yo sé tu secreto… y el de los Cullen también.
¿Podía el corazón paralizarse tan abruptamente? “Demasiadas emociones”, pensé mientras lo oía… “no ha dicho eso, sólo te pareció escucharlo”… jugueteaba con mis dedos de un lado a otro como si eso fuera a darme respuestas sobre lo que él acababa de decir. Pero no, el muy imbécil lo repitió, como si no lo hubiera oído la primera vez.
—¿De qué… estás hablando? —conseguí tartamudear.
—De lo que tú y yo sabemos Bella, y te conviene venir con nosotros, yo he hablado con Charlie y él estará encerrando a Edward por un tiempo.
Billy decía las cosas como si estuviera demasiado claro por qué estaba pasando todo aquello, pero yo no entendía nada y la verdad que “sus” motivos no concordaban con los míos… además qué era aquello de que “Charlie encerraría a Edward por un tiempo”?
—Billy, no quiero ser grosera, pero no eres quien para meterte en donde no te han llamado.
—No andaré con vueltas Bella, y te lo tiraré de una… nuestro Consejo de Ancianos ha decidido que el Tratado de los Cullen se ha roto.
—Me hablas en ruso Billy… no sé a qué tratado te refieres.
—Ahora mismo no importa, hemos consensuado que por respeto a la honorabilidad que han presentado hasta ahora… se le dará una última oportunidad. Pero eso implica que tú te alejes de ellos.
La conversación no estaba yendo a ningún lado, al menos para mí, así que dí la vuelta y traté de abrir la portezuela de mi camioneta cuando de repente el fortachón me empujó hacia dentro y trancó los cerrojos sujetándome los brazos como si fuera una estatua en la que me hubiera quedado atrapada. No me valió gritar, ni chillar, ni morderle una y otra vez a pesar de llenarlo de heridas; tampoco él o Billy intentaron calmarme más, sólo me dejaron hacer, hasta que me quedé rendida esperando llegar a algún lugar en el cual al menos pudiera correr.
Bajamos en la reservación, frente a la cabaña tibia de los Black y me obligaron a entrar de nuevo a empujones aunque yo chillaba como niña de colegio.
Mi amigo Jacob estaba ahí, con cara de pocos amigos y con una visita que consiguió hacerme callar y dejarme quieta del susto.
―Rosalie… ―Ella suspiró y esquivó mi mirada― … que haces en La Push… se supone que no debes…
―Sí… no debo… pero esta era una cuestión de supervivencia Bella. No te pido que me entiendas, es más, no te pido que no me odies… pero sé que compartirás conmigo la idea de que es lo mejor.
Seguía sin comprender nada, pero las posibilidades que se abrían ante mis ojos y la misma presencia de Rosalie allí no podían ser nada bueno.
―Jacob, vete afuera. ―ordenó Billy.
―Pero…
―Sin peros Jacob.
Él salió dando un portazo y yo me sentí realmente rodeada de gigantes, me crucé de brazos esperando que alguien hablara hasta que Rosalie lo soltó todo de una vez, como si pudieran asimilarse tantas cosas de una sola vez y de pie.
―Tu “accidente” de anoche nos trae problemas Bella, Jasper ha quedado muy dolido… ni siquiera puede mirar a Edward… Alice le ha pedido a Carlise un tiempo para estar lejos con él… se irán de un momento a otro… y Edward… Edward no ha salido de su habitación en todo el día, Esme ha tratado de convencerlo y dice que él te pone en peligro, que no sabe qué hacer… y yo… yo amo a mi familia Bella… ¿puedes entender eso?... Mi verdadero padre prácticamente me entregó por una posición, mi prometido me vejó como a un perro… estoy endemoniadamente condenada a ser un ser detestable por toda la eternidad y tú… tú me estas quitando la posibilidad de que esa eternidad al menos la pase con una familia… perdóname Bella… es una cuestión de supervivencia, aunque me avergüence de ello.
Se calló tan repente como empezó a hablar, y lo comprendí todo sin ninguna explicación adicional: yo era un problema… un problema real, un escollo que impedía que pasaran su tortuosa existencia de manera más digna y menos solitaria.
A pesar de eso temblé… Edward era mi vida, tal cual era Emmet para ella… quedaba aún la posibilidad de irme lejos… sólo con él… ¿pero sería feliz lejos de su familia?
―Yo…
―Hay otras cosas también Bella, si las cosas siguen por este camino mi gente cambiará. ―Billy hablaba desde su silla de ruedas como si fuera un gigante, resultaba difícil relacionar la voz profunda y estentórea con la figura achacosa reducida a una silla de ruedas.
―¿A qué te refieres con “cambiar”?
Sam me miró y gruñó de una manera rara, las cosas ocurrieron en segundos y quedé tan paralizada que ni siquiera mi voz pudo acusar un quejido. En segundos era un lobo… una bestia descomunal y peluda que se sacudía de un lado a otro mientras Rosalie también gruñía… nerviosa… gritando no se qué de “respetar el tratado”.
―Basta Sam! ―gritó Billy¬― es suficiente, ya Bella lo entenderá…. Vete…
No pude pensar, no pude identificar la secuencia de hechos posteriores, sólo sentí a Jacob que me ayudaba a incorporarme del sofá y me tendía en su cama mientras repetía una y otra vez “Háblame Bella… dime que ha pasado”… y un Billy que lo instaba a dejarme en paz.
―Llama a Charlie, dile que Bella está aquí y que no se preocupe, que se ha quedado dormida y volverá mañana a casa.




― 2 ―


Billy había enviado a Jacob por mis cosas, ya me había explicado todo en el interín y me había hecho prometer que no le revelaría nada a Jake, que me acompañaría en lo que él llamaba: “el viaje”.
Estacionada frente a la Comisaría de Forks pensaba en qué le diría a Edward… en cómo sería capaz de no aferrarme a sus brazos como la única cosa que realmente importaba, todo el rollo que me había informado Billy estaba sacado de un libo de ficción… ¿cómo que eran “hombres lobos”? ¿cómo que tenían un tratado por el cual los Cullen no podían lastimar a los humanos, so pena de terminar ajusticiados? ¿cómo que debía marcharme para evitar que la tribu entera se convirtiera en licántropos y acabaran con ellos?
Esto era una locura, yo era una adolescente torpe de recién cumplidos 18 años y la majadería de historias de monstruitos nunca habían sido de mi predilección. ¿Podía tener tan mala suerte para estar enredada con dos historias tan atípicas?
―Es hora Bella. ―me instó Billy.
Tragué saliva con tanta dificultad que temí ahogarme, pero enfilé directo a la celda de Edward sin siquiera saludar cortésmente a papá.
―Déjame hablar con él… será una despedida breve.
Charlie no opinó, todavía no le cerraba el hecho de que hubiera denunciado al hombre que un día antes era mi vida, para que él lo mantuviera preso… y lo que era peor… tampoco podía decírselo. Edward me miraba desde la celda con la mirada sombría, yo sabía perfectamente que él podía dejar su encierro con apenas proponérselo, pero seguía allí, tal vez esperando alguna explicación mía. Mi padre miró severamente Edward pero asintió, dejándome a solas con él.
―Te he denunciado…
―Ni que debas decírmelo… creo que me he dado cuenta.
―Te he denunciado… ―continué― porque lo que pasó la otra noche me demostró que no está bien que estemos juntos. Eres un riesgo para mí y después de haber visto tan de cerca lo monstruosos que pueden llegar a ser, no creo estar preparada para dejar de ser… lo que soy. Sólo vine ahora a despedirme de ti y decirte que este tiempo que he compartido contigo ha sido bueno… que quedará guardado en mis recuerdos como una de las mejores etapas de mi vida… pero es como la infancia, no podemos ser eternamente niños y este es el punto final.
Las palabras me salieron atropelladas, como si yo misma necesitara convencerme de ello para no claudicar. Prefería morir del dolor de no estar con él, a saber que una jauría de lobos lo destrozaría… debía hacerlo, y debía parecer real.
―No te entiendo Bella… era yo quien no quería que mi mundo te lastimara.
―Sí… y yo fui tan torpe que me dejé llevar por un par de sueños adolescentes en los que el amor puede con todo… es mentira Edward, Julieta murió… jamás se quedó con Romeo… y yo no pretendo ser Julieta, tengo mucho que andar aún.
Esquivé su mirada, intentando no ser tan obvia sobre mi propio dolor, sobre la estúpida necesidad de lastimarlo tanto para que cerrara el capítulo sobre mí y continuara con su vida eterna. “Qué paradójico”, pensé. “Te amo Edward Cullen, nadie podrá amarte como yo, pero no seré la causante de tu muerte…”, eso era lo que quería gritarle… y sin embargo terminé:
―Vuelvo con mi madre… espero que estés bien. Retiraré la denuncia en cuanto mi avión pise tierra en California.
Dí media vuelta y salí de la comisaría sin mirar atrás, hubiera dado mi vida por besarlo por última vez… pero hacerlo significaba quebrarme en ese mismo instante y echarme atrás.
Charlie me miraba más que confundido, y era obvio que Jacob y Billy ya habían hablado con él, inventando alguna historia.
―Por favor suéltalo cuando me haya ido. He sido una torpe al hacer la denuncia pero no quería tenerlo cerca pidiéndome perdón. Regreso con mamá… te quiero Charlie.
Jacob me siguió sin hacer preguntas y yo mantuve la mirada pegada al camino hasta que llegamos al aeropuerto, sin nada más que tres valijas a medio llenar y un corazón totalmente roto.
―¿Estás bien? ―preguntó, después que el avión había despegado y todo el mundo se preparaba a dormir.
―No, pero eso no importa.
―Mira… supongo que estarás mal y todo eso… pero al menos tú sabes que pasa… yo sólo fui “obligado” a acompañarte.
Suspiré… ¿también eso? O sea, tenía niñero, menor que yo, y encima ni siquiera conocía la historia?
―Puedes volverte, no necesito niñero… y menos aún obligado.
―Hey… párale… yo no he dicho eso. Es sólo que es frustrante que tú sepas cosas que mi padre no quiere decirme.
―¿Cómo qué por ejemplo?
―Como porque me hizo salir de la cabaña… o como porqué debíamos irnos inmediatamente… o como porqué de pronto pasa más tiempo con Sam que es un extraño, que con su propio hijo…
Jacob estaba liado. Y lo peor era que tenía razón estar algo molesto. Paradójicamente yo también estaba liada, pero no podía hacer nada para darle luz, primero debía tratar que la oscuridad de estar sin Edward no me tragara a mí.
―Tu al menos sabes a donde vamos… a mi no me lo dijeron.
Jacob me miró sorprendido… pensé que si… yo tampoco lo sé, sólo me dijeron que tú tendrías las instrucciones.
Ambos saltamos por mi bolso de mano, había sido lo último que Billy me dio… y efectivamente… ahí estaba… una carta para mí, de Rosalie… y una carta para Jacob, de su padre. Los dos nos miramos con la misma idea en la cabeza, poco importaba que nos hubieran prohibido “socializar” el problema, ellos nos estaban dando partes de la película y nosotros necesitábamos unirlas.
Todos dormían a nuestro alrededor cuanto tomé mi carta y la leí en un susurro, dejando que Jake se pegara a mi costado lo suficiente, como para poder leerla también.
“Bella, ya te he pedido perdón por lo que estoy haciendo… sé que nunca hemos sido buenas amigas y que piensas que no deseo que formes parte de mi familia… tal vez de esta manera entiendas que no es así, te he envidiado en ocasiones… pero precisamente porque como humana puedes acceder a cosas que yo jamás tendré... nunca podré verme rodeada de niños, ni envejecer con la conciencia tranquila esperando ir con Dios. Soy un monstruo Bella, un ser sediento de sangre que debe matar… y no estoy feliz de ello…”
Jacob interrumpió.
―La rubia está de la cabeza, necesita un loquero.
―Cállate Jacob. ―le amonesté y continué.
“… Lo único que hoy puedo hacer Bella, es tratar de vivir lo mejor posible con lo que tengo… y tengo a Emmet… a Carlise y Esme… a Alice y Jasper… y a Edward… nosotros “SOMOS” una familia y no tengo vergüenza de decirte que es por lo único que aún no terminé con mi vida… si tu amas realmente a Edward lo comprenderás. Alice tuvo una visión, una que representa para nosotros la aniquilación de nuestro aquelarre y conoces hasta qué punto ellas pueden ser reales, y los quileutes me han confirmado lo que Alice vio: lobos… no me queda otro camino que proteger a mi familia Bella. Tal cual lo harías tú. Sé bien que no dejarías que Carlise o Esme murieran por tu culpa. He dispuesto todo para que ustedes se vayan a Sudamérica… tengo conocidos allí que te guiarán y he abierto una cuenta bancaria a tu nombre con dinero suficiente como para poder vivir más que bien, no debes preocuparte por eso, haré depósitos mensuales para que tú y tu amigo se encuentren bien. Una amiga ha hecho los contactos necesarios para que aborden un avión a Rio de Janeiro ni bien bajen al aeropuerto. Perdóname Bella, sé que querías que las cosas fueran distintas… pero Edward ha sufrido bastante para ver como su familia queda reducida a cenizas.”
Cerré la nota después de asegurarme que Jacob la había terminado de leer y suspiré como si en el pecho me quemara algo impidiéndome respirar. Él me miró suplicante y vi que sus manos temblaban sosteniendo la carta que Billy le había dado a su vez.
―Dime que lo que pienso no es verdad.
―¿A qué te refieres Jacob? Mi humor no está para obrar de traductora.
―Los “Fríos”… la historia de los “Fríos” es cierta?
No supe que responder, sentía la ausencia de Edward como un agujero en el pecho y las palabras de Jacob me hacían sentir como si debiera tratar al amor de mi vida como una “cosa” y no como el ser que más adoraba sobre esta tierra.
―Y si lo es qué?
Jacob rasgó su propio sobre sin poder creer aún lo que pasaba.
“Jacob, hijo mío… sé que te he ocultado cosas últimamente… que no he sido lo suficientemente claro y te he tratado como un niño tal vez. Pero hoy debes ser un hombre. Hoy deber serlo por tu pueblo, porque te necesitamos como en un tiempo hemos necesitado a nuestro gran ancestro Taha Aki. Los Fríos han vuelto, y con ellos la obligación de nuestra raza de proteger el tratado… y el sufrimiento y sacrificio que conlleva esto para los elegidos. Hoy el pueblo está protegido hijo, pero no necesitamos más sacrificios… tu abuelo ha sido el lobo alfa de la última generación y hoy Sam lo es. Yo debo protegerte como padre, y debo proteger a mi tribu también. No vuelvas hijo mio, mantén protegida a Bella para impedir que vuelva también, su conversión provocará una guerra y si sigues aquí también tú te convertirás… es una realidad que sólo puede haber un alfa y no quiero verte pelear por ese lugar. Quizá no entiendas mucho de lo que te digo hoy, y lamento no haber podido hablarte antes también… pero respeta mi decisión y la del Consejo. Conserva la paz y confíate a los espíritus.”
―Guau… bienvenido al reino de los desterrados. ―Le dije al terminar de leer, segundos después que él.




― 3 ―


“Rio de Janeiro”, supuse que Rose aparte de arrancarme del hombre de mi vida había sido mordaz hasta el delirio. Su contacto nos había ubicado en un penthouse frente a la playa de Copacabana, sobre la avenida principal del centro nocturno de la ciudad: casinos, clubes, restaurant, shopping, discotecas… playa y mar. ¿Se supone que debía disfrutar de algo de eso?
Jacob insistía en que debía salir, moverme… comer… ¿hacía cuantos días que no comía?... no importaba en realidad. Él había perdido a propósito las llaves del balcón porque me había encontrado sentada en la baranda mirando cómo se escondía el sol.
―Será una noche sin luna… ves? ―Le dije cuando me obligaba a bajar― como todas mis noches desde que él no está.
Estaba vacía… y es imposible describir la vacuidad… simplemente es un agujero que te traga, que te posee… que se va llevando partes de ti empezando por tu propia cordura. Esa noche definitivamente era aún peor, una fina garúa dejaba un manto blanco sobre los arbustos y el pasto de debajo del edificio… el olor a tierra mojada me sumía en el recuerdo del claro del bosque del cual habíamos hecho “nuestro lugar” y sus ojos se me presentaban mezclados con el desalineo de sus cabellos bronce y la sonrisa hecha una mueca perfecta en sus labios de piedra.
Jacob se pegaba una ducha cuando decidí salir, así que tampoco me tomé el trabajo de avisarle. Caminé con la mirada perdida dejándome guiar por las luces blancas de la avenida como si siguiera las pisadas de su luz, totalmente empapada por la llovizna agobiante que caía como si no estuviera en una playa tropical.
No ví que me seguían, no escuché el chirriar de la motocicleta que frenó a mi costado diciendo no sé qué cosa en un idioma extraño a mí y en tono amenazador… y luego él: “mi” Edward, hecho un reflejo fantasmal a metros mío… gritando que corriera. ¿Cómo correr? ¿cómo ir a otro lugar que no fueran sus brazos?
―Bella!!! ―escuché también a lo lejos en la voz de Jacob mientras mi imagen se diluía y yo caía de rodillas implorando encontrar más. ― Corre Bella!!! Son asaltantes!!!
Los guardias de uno de los restaurantes oyeron los gritos y terminaron por amedrantar a los chiquillos mientras Jake llegaba hasta mí.
―Estás loca! Pudieron haberte matado… en qué demonios estabas pensando!!!
“En él”, quise contestar, pero mi propia mente no quería borrar cada segundo de la percepción de su rostro, ni cada nota de su voz. Lo había visto… y lo había oído… y no me importaba si eran sólo representaciones de mi propia conciencia, eso significaba que no lo había olvidado, que cada centímetro de él había quedado tan grabado en mi que podía traerlo a mi memoria casi corpóreamente. Y “eso”… me hizo feliz.
Jacob no dejó de gritarme todo el camino de regreso. Hasta el taxista pareció molesto por las cosas que decía, aunque a decir verdad no recuerdo ni una sola de sus palabras. Me subió casi a rastras hasta el departamento y me sacudió por los hombros al entrar… recién ahí escuché realmente lo que decía.
―Está bien Bella, esto se acaba aquí… me voy…
¿Jacob se iba? No… dentro de mi egoísmo no cabía esa posibilidad… él había sido quien me despertaba por las noches cuando comenzaba a gritar después de mis pesadillas, había sido mi almohada poniendo su pecho para que volviera a dormir… me había alimentado, incluso a la fuerza y día a día soportaba mi angustia y la absurda manera en la que me consumía como un zombi sin luz.
―No puedes irte…
―Oh!!! La señorita Swan se ha dignado a hablarme… me importa un bledo si puedo o no! Me voy y ya.
―No, Jacob!!! Por favor… no puedes irte… no puedes dejarme…
―Puedo. No sólo tú sufres Bella. ¿Tienes idea de lo que se siente estar enamorado de alguien y tener que consolarla porque llora por otro? ¿Te parece poco tener que escuchar su nombre 100 veces al día cuando lo único que deseo desde el fondo de mi propia alma es que te des cuenta simplemente de que estoy?
―Jacob yo…
―No digas nada Isabella Swan, llevo demasiado tiempo enamorado de ti, debo extirparme esta obsesión… adiós.
Lo tomé del brazo en un dejo de súplica.
―No me dejes… no podría vivir sin tu ayuda… no debo amarlo a él… enséñame a quererte a ti.
¿Qué era eso realmente? ¿instinto de supervivencia? ¿mantenerme viva con la esperanza de verlo alguna vez? ¿agradecimiento hacia Jake?
La única respuesta a todas esas preguntas fue un Jacob que se detuvo… sin palabras, sin gestos, sin pactos ni contratos entre ambos, quieto, a medio camino entre el pasillo a las habitaciones y la puerta entreabierta.
―He sido una egoísta Jake… y no puedo borrar el pasado… pero puedo intentar escribir en una página en blanco… si me dejas, claro…
―Y si le tengo paciencia a tus “no”.
Asentí, mientras hacía un ruego callado para que me perdonara y se quedara conmigo.
Enganchó mi cintura con su brazo firme y me obligó torpemente a recostar mi cabeza sobre su pecho mientras jugueteaba con algunos de los mechones que aún estaban mojados buscando acomodarlos de alguna manera sobre mi espalda empapada.
―Nunca te olvidarás de él… pero puedo intentar llenar el espacio en el que ya no está.
Desde mi perspectiva, el balcón dejaba ver un esbozo de luna nueva, y me pregunté si debía reemplazar mis noches sin luz, por el calor de una persona que sabía, me quería bien, y a la cual yo amaba entrañablemente como mi mejor amigo.



― 4 ―


Mis días mejoraron después de aquello, me limitaba a no pensar en él y a recibir con los brazos abiertos la alegría de Jake, la calidez de su sonrisa me daba un sol, aunque mis noches seguían anhelando una luna que me trajera el olor dulzón de mi cama de Forks.
Había sido lo suficientemente prudente de llamar a papá cada tanto para evitar que fuera él quien intentara ubicarme en California… y con mamá había mantenido la suficiente comunicación via email como para que tampoco ella cortara el pacto que tenía con Phill, de no llamar a Charlie. Todo estaba bien… salvo el no tener idea de qué pasaba en Foks y de no estar completamente segura de si el sacrificio valía la pena. Todo estaba bien sí… hasta que abrí mi cuenta de mail y encontré un correo de Rosalie que titilaba bajo la categoría de “urgente” en la bandeja de entrada.
“Sin preguntas… súbete a un avión y ve urgente a Volterra… sin el lobo.” Jacob leía atrás mío tan ávidamente como yo.
―Ni lo pienses. ―me dijo y no le devolví ni la mirada. Tomé el teléfono y marqué la casa de los Cullen en el preciso momento en que el timbre del departamento nos sobresaltó a los dos. Colgué, asustada, autoconvenciéndome que ni bien despachara a quien fuera, intentaría otra vez.
Alice estaba al borde del llanto parada al lado de la puerta, con Jasper al lado. Ambos gruñeron cuando Jacob se plantó al lado mío y me tomó de la mano en un gesto demasiado posesivo.
―Fuera “chupasangres”.
―No es asunto tuyo “Perrito”. ―le susurró irónica Alice.
Iba a empezar a discutir cuando los ojos de Alice quedaron en blanco, con la mirada fija en el horizonte y dando un grito de esos que sabían ponerme los pelos de punta.
―Alice… dime que pasa por Dios…
―Sam… Sam intenta violar el tratado.
―Debe ser porque ustedes han metido la pata, mi gente no traicionaría jamás el acuerdo si no lo hicieran ustedes.
―¡Pues ve a comprobarlo!!! Son unos malditos asesinos…
―Cálmate Alice.
―No puedo Bella… Sam tiene rodeada la mansión desde hace días, ni siquiera Billy Black ha conseguido manejarlo…
Jacob se agarró de mi mano suplicante.
―No les creas Bella.
―Jake…
Él me miró con los ojos más tristes que he visto en mi vida y me soltó casi en cámara lenta.
―Sabes que te quiero Bella… pero eso no te importa. ―Salió de la habitación y la mitad de mi corazón salió tras él.
Necesitaba correr tras Jake, pedirle perdón por el dolor, por el tiempo perdido, por la alegría regalada incluso a mi egoísta crueldad. Lo necesitaba sobremanera, igual que a su pecho tibio que me entibiaba el trozo de hielo en que se había convertido mi corazón. Pero no era capaz de mentir… de enmascarar la angustia devastadora de saber que Edward estaba allí, en algún lugar… son mi.
―Vamos Bella… debemos ir a Volterra. ―Estaba en blanco… Jake… Volterra… mi amigo… mi amor…― Edward corre peligro allí.
―No puedo ir.
―¿Qué dices Bella?
―Rosalie ha dicho…
―Rosalie ha sido una estúpida esta vez. Es cierto, ha intentado proteger a su familia… pero TÚ eres parte de la familia también. ―Alice gesticuló rabiosa, como recordando discusiones que tal vez tuvo más de una vez. ―Simplemente olvídalo Bella… ella está arrepentida también.
Fui prácticamente arrastrada por el aeropuerto primero y por las calles de Volterra después, dentro de un enjambre de aclaraciones y de nuevas dudas… y de largas conversaciones vía celular con Carlise… todo, para entender que igual que hacía unos meses los “mios” corrían un peligro infernal: la secuencia se había dibujado tan maquiavélicamente que me pregunté si no estaría en un sueño lógico del que despertaría llorando una vez más sobre el hombro afiebrado de mi mejor amigo.
Había conseguido grabar la historia en oraciones cortas, que resonaban una a una en mi cabeza como el tic tac de un reloj antiguo:
Yo me había marchado.
Edward había ido a buscarme hasta lo de René.
Averigüó que Jacob me había acompañado.
Supuso que había huido con él.
La tribu continuó sumando metaforfos… con un total de 12 lobos adultos a hoy.
Sam se había rebelado al Consejo de Ancianos y rodeaba la mansión esperando una cacería real.
Edward había ido a Volterra a pedir en nombre de Carlise, una mínima protección.
Y según la visión de Alice… se la habían negado.
Qué podía hacer con esa información… además de estar completa y rotundamente agobiada por la posibilidad de perderlo.





― 5 ―


Alice repitió en todos los idiomas y expresiones conocidas que todo era una locura… que yo no saldría viva de allí, que no era un riesgo, sino más bien una oscura realidad. Pero la verdad era que no me importaban las consecuencias… si todo estaba tan mal como Alice pronosticaba prefería ver a Edward por última vez y confiar en Dios.
Alice caminaba detrás mio en la plaza principal de Volterra y casi muere del susto al escucharme hablar.
―Oye… tú… vampiro… necesito que me lleven junto a Aro.
―Bella! Estas loca! ―me gritó Alice.
―Realmente está loca… pero los señores lo convertirán en tiempo pasado, así que me acompañará. ―respondió el desconocido.
La mirada desesperada de Alice me conmovió, pero no al corpulento vampiro que acomodó su capucha obligándome a seguirlo mientras discutía por lo bajo con ella.
―Ustedes los Cullen son un deshonor… tu hermano pidiendo que los “defendamos” de hombres lobos pero sin responder con violencia. Tu padre denigrándose a conformarse con sangre de animales como si fuerais esos mismos lobos asquerosos… y ahora esto? Una humana enclencle que osa pedir audiencia con los Maestros…
Alice no pronunció ni una palabra y lo siguió a través de ciento un pasillos y recovecos en los que mi corazón se desbocó pensando en la posibilidad de que Edward ya no estuviera allí… Alice no había sido de mucha ayuda esta vez… sabíamos que le plantearía un pedido de auxilio, una defensa pasiva ofreciendo como pago su propio don… el hecho de unirse a la guardia tal como Aro lo anhelaba desde hacía demasiado tiempo. Pero ella había visto también un “no”… sólo un “no”… sin nombres… sin respuestas a mis dudas…
Y allí lo vi… arrodillado ante tres tronos, tan distinto a mi luz que mi propio semblante tembló.
―Edward…
Él giró para mostrarme un rostro consumido y unos ojos negros de sed y de desolación al mismo tiempo…
―Bells…
No hubo más nada, ni la prohibición de movernos, ni la fuerza que trató de sostenernos a cada uno, ni los gritos de Alice… sólo él y yo… sólo la fuerza de nuestros labios buscándose desesperadamente como si hubieran sido uno eternamente.
―Acaba con esta cursilería de una vez hermano. ―sopesó Marcus.
―Mmmm… respirad hermanos… no recordaís nuestras tertulias shakespirianas?
―Ni lo uno ni lo otro Aro… esta humana sabe demasiado… y si el clan Cullen será diezmado por licántropos creo que le haríamos un favor a Edward también.
―Mmmm… insisto hermano… algo en mi instinto prefiere dar tiempo al tiempo…¿acaso no sabeis quien es ella?... es la sua cantante… “la tua cantante” ois?. Deseo que los tres se queden aquí… obviamente como invitados ilustres. ―terció.
―Yo me entregaré si es lo que quieres… y te serviré a cambio de la libertad de ambas.
―Querido Edward… no te mantendría aquí obligado aunque fuera el mayor de mis deseos… la Guardia Volturi es lo que es precisamente por su entrega y su convicción. Yo los quiero a los tres, pero por sí mismos… y sé que comprenderán alguna vez que este orden es necesario…
Aro nos tomó de las manos a Edward y a mi… y más tarde a Alice.
¬―Hermanos míos… nuestro secreto no corre peligro… ella será de nuestra raza en breve…
―Aro… debemos terminar con ambos.
―Sopesa las posibilidades Caius… nos serían muy útiles… y no han roto ninguna regla.
Yo sólo atiné a mirar el piso sin soltar la mano de Ed. Alice agradeció mientras una chispa de luz se notaba en sus ojos como si “algo” más aparte de esta amnistía le diera una nueva visión de esperanza. Edward me apretó junto a él con una clara señal de aprovechar la indulgencia antes de cualquier otro esbozo de duda y soportó las mil humillaciones verbales de Alec mientras nos devolvían a la realidad de una Volterra atestada de gente, completos… y juntos… otra vez.
―Te amo… sólo quiero que lo sepas.
―No quiero pensar en estos meses Bella… estas aquí y sinceramente es lo único que me importa… jamás pensé que pudiera dolerme tanto tu ausencia… y más aún… pensar que podías llegar a querer a alguien más.
―Yo… no…
―Sé que fue Rosalie. Tampoco la culpo… pero no volverás a alejarte de mi Isabella Marie Swan… o definitivamente seré un fantasma.
Por primera vez en todo el tiempo en que estuvimos juntos, su beso fue tan largo y profundo que el aire me faltó, echando a correr a un ritmo vertiginoso los latidos de mi corazón.
Alice carraspeó…
―Perdón tortolitos… pero tengo buenas noticias!!!! ―canturreó.
Jacob Black se ha unido a Carlise… han hecho retroceder a Sam… el Consejo de Ancianos a retomado el control y respetarán el tratado, siempre que nosotros lo sigamos también.
“Respetar el tratado”… eso significaba una Bella humana, no mi conversión… pero tener a Edward a mi lado borraba otros pensamientos ahora. No iba a discutir mi actual felicidad con un grupo de quileutes… pero tampoco iba a arruinar la posibilidad de que “mi” familia continúe por el camino de la paz.
No respondí al comentario de Alice, me acurruqué entre los brazos de lo único que me importaba y me importaría por el resto de la eternidad: mi luz… mi Edward… mi amor…



― 6 ―


―Alguien quiere hablar contigo. ―dijo Edward con cara de pocos amigos cuando sobre el sendero a la mansión, detuvo el auto y retuvo a Alice con él.
Ví a Jacob en el medio del camino, y bajé como una autómata que sabía había roto la ley.
―Sólo quiero que sepas que lo hice por ti… porque sé que lo mejor para ti no es él… y que estaré vigilando, porque nunca permitiré que te convierta en un monstruo.
Se alejó a la carrera al mismo instante que llegaban hasta nosotros Carlise, Emmet y Jasper, con la tranquilidad de una batalla ganada y la alegría de recuperar de “esa” pequeña parte que faltaba desde que cada uno de nosotros había partido.
Edward me acercó a él despacio, pegándome a su propia piel, mientras me decía al oído:
―Sólo quiero que sepas que sigo convencido de no ser lo mejor para ti… pero que pienso hacerle caso a mi egoísmo y ya nunca dejarte ir…



FIN
Jane Volturi
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Mysterious Vampire

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