PRIMERA CITA -capitulo 2-

Mi vida había dado un giro completo de trescientos sesenta grados. Hasta hacia apenas una semana era una solitaria empleada de una compañía constructora, que solo tenia tiempo para el trabajo y su casa. Prácticamente no tenia amigos puesto que pasaba tantas horas dentro de esa pequeña oficina que mi vida social se redujo a reuniones con clientes y supervisores.
Mis amigos habían dejado de llamarme o mandarme mensajes porque siempre estaba muy ocupada como para atenderlos. Esto era un completo desastre y lo sabia, pero como podía solucionarlo, como hacia para salvarme y volver a ser la chica divertida y alegre que vivía para sus seres queridos.
Hacia exactamente una semana que mis respuestas habían llegado, mis problemas se habían solucionado. Mi mundo dejo de girar en torno al trabajo para hacerlo sobre un apuesto joven al que había cruzado en una avenida.
Después de ese furtivo encuentro no habíamos vuelto a vernos o comunicarnos, yo estaba segura que le había dado mal mi número o que no le había interesado. Trataba de no pensar en el, de olvidarlo pero era imposible, escuchaba su vos en todas partes, creía ver su rostro en otras personas.
Creía que me volvería loca en cualquier momento. No podía fantasear tanto con alguien al que no conocía, ya que casi ni podía recordar su rostro porque nos habíamos visto solo cinco minutos.
No creía en el amor a primera vista, hasta que apareció él, el cual cambio todas mis convicciones.
Estaba en la oficina haciendo unas facturas, atendiendo uno y otro teléfono, recibiendo clientes y proveedores, estaba tan ocupada que no escuche que sonaba mi celular.
Al rato por fin me quede sola, un poco de paz y tranquilidad. Me senté para relajarme y mi celular volvió a sonar, era un número desconocido, no solía atender porque me fastidiaba que se equivocaran pero esta vez lo hice sin tener un motivo en particular.
-Hola, ¿Quién habla?- dije distraídamente mientras miraba por la ventana. Afuera hacia un día esplendido, el sol brillaba en lo mas alto del cielo y la brisa te acariciaba el rostro.
-Hola Maggie, soy Damián- respondió una voz masculina, esa que resonaba en mi mente cada vez que cerraba los ojos, esa misma que se había vuelto música para mis oídos.
-Damian, que gusto escucharte, ¿Cómo estas?- trataba de sonar normal, como quien habla con un amigo o conocido, pero era imposible. Mis manos temblaban como las hojas con el viento. Mi corazón se acelero intentando salirse de mi cuerpo.
-Estoy bien, gracias. Te llamo como habíamos quedado para encontrarnos y conversar. ¿Te parece bien hoy a las veinte horas? Dame tu dirección y te paso a buscar.
¿Mi dirección?... ya no la recordaba, mi cabeza era una laguna, no me acordaba ni como me llamaba, del otro lado su respiración parecía apaciguada, el estaba tranquilo, yo no.
Al fin pude responder –si me parece bien, mi dirección es San Juan 674. Te espero- corte y mis piernas temblaron al compas de mis manos, a estas alturas tiritaba de miedo, ansiedad, expectativa. Mi mente comenzó a trabajar a gran velocidad.
Quedaban unas cuantas horas para la cita pero el apuro me inundo, quería estar presentable, causarle buena impresión. Esta noche era muy importante para mí. Esta noche marcaria un antes y un después en mi vida.
Revolví el armario completamente sin olvidar un rincón. Como toda mujer me probé mucha ropa, varié las combinaciones. Nada me gustaba, creía que todo me quedaba mal, estaba a punto de estallar. Comencé a gritar para desahogarme, hasta que me calme.
Al fin encontré algo que me gustaba, justo lo que necesitaba. Me puse una pollera negra, una blusa verde de seda pegada al cuerpo, zapatos de tacón y un saco negro.
Al aproximarse la hora del encuentro los nervios comenzaron a aflorar nuevamente, daba vueltas por la casa sin hacer nada en particular.
El timbre sonó y me quede estatica, mi corazón se detuvo por un momento y luego se acelero, corría a toda velocidad, me costaba llegar hasta la puerta, me pareció tardar horas hasta tomar el picaporte.
Abrí y casi me desmayo, era mucho mas guapo de lo que recordaba. Me saludo con un beso en la mejilla y mis piernas se aflojaron. Lo mire de arriba abajo. Tenia puesto una jean, una remera blanca ajustada al cuerpo, que hacia develar sus músculos. Era un chico deportista sin duda. En la mano llevaba una chaqueta negra.
Nos miramos unos segundos a los ojos y nos fuimos. Caminamos hasta un restaurante bastante simple. Tenía luz tenue, decorado con cuadros de paisajes y personas. Un ambiente bastante romántico al parecer. Nos sentamos en un lugar apartado.
Me ayudo a sentarme, como todo un caballero. -¿Qué desean ordenar?- pregunto el camarero al cabo de unos minutos.
Primero ordenamos vino –yo quiero ravioles con salsa, es mi platillo preferido- le comente mirándolo.
-para mi carne al horno con papas-. El camarero se retiro con la orden y nos dejo solos.
La cena transcurrió tranquilamente, hablamos un montón, nos conocimos un poco mas, era muy interesante y al parecer nos llevaríamos bien, teníamos muchas coincidencias.
– ¿A que te dedicas?- pregunte en un momento
-Trabajo en una agencia de turismo desde hace tres años. Es un ambiente cómodo y pagan bien.- ambos reímos -¿Tu vives sola?
-Ahora si, me mude hace unos meses, antes vivía con mi hermana hasta que ella termino de estudiar.-
Salimos del restaurante y fuimos directo a un bar que estaba cerca. Este era un poco más ruidoso y había más gente. Seguimos hablando de nuestras cosas. A las cinco de la mañana decidimos que ya era hora de marcharnos. Al levantarse Damián se choco una lámpara que había encima de nuestras cabezas, toda las personas que había en el bar nos miro y el sin siquiera sonrojarse comenzó a reír, volvió a sentarse unos minutos mas.
-soy bastante torpe y distraído- me confeso sin parar de reír.
-Bueno, algo más que tenemos en común, a mí siempre me ocurren cosas así-
Salimos del bar, volvíamos a caminar hacia mi casa. Luego de varias cuadras unas gotas nos mojaron la cara y sin darnos tiempo a reaccionar se largo un chaparrón muy fuerte, comenzamos a correr hasta que por fin llegamos a mi casa. Estábamos empapados de pies a cabeza.
-¿Quieres pasar?, te presto una toalla para secarte un poco, te puedes enfermar-
-Claro, eres muy amable- dijo, y ambos entramos.
Nos secamos mientras tomábamos un café. Se veía tan lindo con el pelo todo mojado y revuelto. Llego la hora de irse, me puse algo nerviosa cuando llegamos a la puerta. Ya no llovía.
-¿Nos volveremos a ver?- me pregunto- la pase muy bien esta noche, eres muy divertida.
-Por supuesto, yo también me divertí mucho.
Ambos titubeamos un momento, nos miramos a los ojos por ultima vez en ese día y supe que mi corazón le pertenecía, me había enamorado por completo de el.
Me tomo la mano y me dio un beso en la mejilla –mañana te llamo para volver a encontrarnos-
-Voy a estar esperándote, no lo dudes- le respondí, correspondiendo a su beso.
Comenzó a caminar lentamente con las manos en los bolsillos. Yo cerré la puerta, camine en cámara lenta hasta mi habitación y me tire en la cama con los brazos extendidos, tenia la sonrisa mas grande que se podía tener.
No nos habíamos besado aun pero estaba feliz porque esto duraría y mucho, de eso estaba segura.

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BUENO ESTA ES LA SEGUNDA PARTE ESPERO QUE LES GUSTE, ME ENCANTARÍA QUE DEJARAN SU OPINIÓN, TODO VALE. GRACIAS

Muchas gracias Jane, valoro mucho tus opiniones, me brindas fuerzas para seguir escribiendo